La sociedad tiene bien arraigada la idea de que el estrés y la preocupación pueden provocar esterilidad. Son muchos los casos en que el embarazo se atribuye a “olvidarse del tema” o “irse de vacaciones” y son muchas las parejas que conciben tras completar un proceso de adopción o tras conseguir un hijo después de un tratamiento de reproducción asistida.
Muchas de las gestaciones espontáneas se producen cumpliendo una estadística: son pocas las ocasiones en que podemos afirmar la imposibilidad para gestar de una pareja (hablamos de casos en que hay una ausencia de espermatozoides, obstrucción de ambas trompas o ausencia de ovarios, por ejemplo). La mayoría de las parejas presentan lo que llamamos subfertilidad, es decir, una reducción de las posibilidades de gestación con respecto a las que presentan las parejas fértiles y que se sitúa en el 20-25% al mes.
No obstante lo anterior, no podemos obviar la influencia de los niveles de estrés con el proceso reproductivo y son muchos los trabajos que han demostrado esta relación.
Recientemente, un grupo de investigación británico ha publicado un estudio en el que correlacionaban los niveles de alfa-amilasa (un marcador biológico de estrés psicosocial) con la probabilidad de concepción espontánea y concluyen que, efectivamente, se produce una reducción significativa de embarazos cuando dichos niveles se encuentran elevados.
En el título del artículo se resume las conclusiones y se aporta la solución: El estrés reduce las probabilidades de concepción: una evidencia que aconseja la relajación