El estudio que se realiza en una pareja que no puede concebir tiene como objetivo evaluar la integridad anatómica y funcional del aparato reproductor femenino y masculino, y definir las técnicas de reproducción asistida que ofrezcan mejores expectativas e incrementar las posibilidades de tener un hijo sano.
En la mujer, como iremos viendo a lo largo de los siguientes artículos, el estudio es complejo y, para un estudio básico, hay que recurrir, en ocasiones, a pruebas de diagnóstico por la imagen que pueden resultar incómodas.
En el varón, por el contrario, la prueba diagnóstica complementaria que nos aporta más información es relativamente sencilla y consiste en una analítica del semen con evaluación de diferentes parámetros (Fig. 1).
Figura 1: Imagen microscópica de espermatozoides
Al contrario que en la mujer, en el varón, la espermatogénesis (proceso por el que se producen los espermatozoides) se inicia a partir de la pubertad (en la mujer, la gametogénesis comienza intraútero) y no es cíclica si no diaria, continua y mantenida.
El testículo humano produce más de 100 millones de espermatozoides diarios y tal ritmo de producción requiere mecanismos muy eficientes y coordinados que permitan mantener, por una parte, la reserva de células madre y, por otra, asegurar la maduración de una cantidad suficiente de estas células hasta convertirse en espermatozoides.
La complejidad de la espermatogénesis y los mecanismos que la regulan la convierten en un proceso altamente sensible a factores externas: tóxicos ambientales, radiación, tabaco, alcohol, fármacos, estrés o exceso de calor, por ejemplo.
La espermatogénesis tiene lugar en los túmulos seminíferos (Fig. 2), que representan más del 85% del volumen testicular y, en el hombre, tiene una duración de, aproximadamente, 70 días. Este largo periodo de tiempo implica que el efecto de cualquier factor tóxico sobre las células germinales no se haga evidente hasta transcurridos varios meses y que el diagnóstico de una alteración seminal requiera, como mínimo, de dos analíticas separadas, al menos, dos meses.
Figura 2: Imagen microscópica de túbulos seminíferos
Como se comentaba anteriormente, el análisis básico de semen, llamado seminograma o espermiograma nos va a aportar información sobre la integridad anatómica y funcional del aparato reproductor masculino, permitiéndonos evaluar la posibilidad de que pueda producirse un embarazo espontáneo u orientar a la pareja sobre determinados tratamientos de reproducción asistida.
El objetivo del seminograma es evaluar, entre otros, determinados parámetros como el volumen del eyaculado, concentración de espermatozoides, movilidad y forma de los mismos. Este estudio, para evitar variaciones entre diferentes observadores, debe seguir una sistemática muy bien definida y, el primer paso de esta sistematización, debe ser la forma en que el semen es recogido para su análisis.
El varón debe obtener la muestra seminal mediante masturbación después de 2 a 7 días de abstinencia sexual, evitando las temperaturas extremas durante su transporte en caso de obtención fuera del centro que va a proceder a su estudio y haciendo llegar la muestra siempre en un tiempo inferior a la hora desde su obtención.
En medicina reproductiva suele completarse el seminograma con la denominada “capacitación espermática”, un procedimiento de laboratorio en el que se separan las células del líquido seminal y que tiene como objetivo recuperar los espermatozoides con movilidad progresiva, espermatozoides que, teóricamente, presentan una mayor capacidad fecundante.
El número de espermatozoides recuperados, al que denominamos REM en castellano (acrónimo de Recuento de Espermatozoides Móviles) es el que nos va a permitir decidir, en caso de recurrir a un tratamiento de reproducción asistida, cuál es el más indicado para una pareja en concreto.
Dra. María Rita Espejo Catena
Especialista en Ginecología y Obstetricia.
Hospital Universitario de La Ribera . Alzira
Instituto FIVIR . Hospital NISA Aguas Vivas.