Fisiología
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El embarazo no deja de ser una situación de sobrecarga fisiológica del cuerpo de la mujer durante la cual un nuevo ser se forma y crece.
No está de más recordar y tener en cuenta unas recomendaciones básicas durante la gestación que nos llegan a través del blog de Instituto FIVIR.
A muy pocos lectores les sonarán los nombres Elizabeth H. Blackburn, Carol Creider y Jack W. Szoztak, y muchos menos podrían asociarlos con alguna actividad profesional concreta. Tampoco habría muchos de nosotros que identificaran a Hermann Joseph Muller o Barbara McClintock pero lo cierto es que tanto unos como otros son un referente científico del siglo XX y XXI.
Todos ellos fueron galardonados con el premio Nobel de Medicina (los tres primeros este mismo año) por el descubrimiento de los telómeros, su enzima telomerasa y el efecto protector de ambos sobre los cromosomas.
Hasta tal punto es importante este descubrimiento que se habla del descubrimiento “del reloj de la vida” y de los responsables del envejecimiento
Desde hace casi 50 años se sabe que las células, cultivadas en el laboratorio, no se dividen indefinidamente aunque dispongan de los nutrientes y los factores de crecimiento para que esto ocurra. Muy al contrario, llegadas a un determinado número de divisiones celulares (alrededor de 125), mueren.
Los responsables de esta muerte celular son los cambios genéticos que se inducen en el proceso de división celular y que dependen de la integridad de unas estructuras cromosómicas llamadas telómeros
Los telómeros se sitúan en los extremos de los cromosomas (Figura 1) y tienen, como finalidad, aportar estabilidad al propio cromosoma y al proceso por el que la información genética pasa a las células hijas.
Cuando los telómeros se acortan o desaparecen, los cromosomas pueden unirse entre sí y, en la división celular, el reparto de material genético no se produce de forma equitativa. La inmensa mayoría de las células hijas que se originan así inician un proceso que determina su propia autodestrucción.
Lo llamativo de todo es que los telómeros se acortan con cada división celular ya que, la única proteína capaz de copiar toda la longitud del telómeros (llamada telomerasa) permanece inactiva a partir de la etapa fetal.
¿Qué relación tienen los telómeros con los ovocitos y de qué manera pueden condicionar la función reproductora del ovario?
Se especula con la posibilidad de que la telomerasa se inactive en la llamada “oogénesis tardía” es decir, en las últimas etapas de formación del total de ovocitos. Esto implicaría la existencia de telómeros cada vez más cortos en estas células y, por lo tanto, aumentaría el número de ovocitos con trastornos cromosómicos.
Si un ovocito no tiene la dotación genética normal, y la tiene en exceso o en defecto, el embrión resultante de su fecundación presentará alteraciones genéticas que lo harán inviable para el crecimiento y desarrollo (con lo cual se incrementaría el número de gestaciones terminadas en abortos espontáneos) o bien originará individuos con diferentes patrones de defectos genéticos.
Muchos autores piensan que, en la maduración cíclica folicular y ovocitaria, los ovocitos originados en el periodo de “oogénesis precoz” son los ovulados en edades más tempranas y los generados en la “oogénesis tardía” (es decir, aquellos con telómeros acortados) son los que quedan como población residual y se ovularán a edades más avanzadas.
Todo ello explicaría por qué, a partir de determinada edad de la mujer, se incrementan las posibilidades de fetos con anormalidades genéticas.
El poder de Internet para compartir el conocimiento es infinito.
Buceando por Youtube, he encontrado este vídeo sobre la fecundación: desde la eyaculación, al ascenso de los espermatozoides por el útero, paso a través de las trompas de Falopio, donde se ven perfectamente los cilios, y, por último la unión de ambos gametos.
El apasionante mundo de la reproducción humana se inicia con la unión de dos células: un espermatozoide procedente del padre y un óvulo u ovocito procedente de la madre.
Millones de espermatozoides son depositados en la vagina de la mujer y comienzan su viaje ascendente hacia las trompas de Falopio favorecidos por la movilidad de sus colas o flagelos y las contracciones musculares de la vagina y el útero.
A su lugar de destino (el extremo más distal de la trompa, próximo al ovario) sólo llegan unos cientos de espermatozoides y, si coinciden en lugar y tiempo con un ovocito ovulado, puede producirse la fecundación.
Los espermatozoides rodean al óvulo, atraviesan las capas de las células del cúmulo oóforo que lo rodean y, en el momento en que uno de ellos contacta con una estructura ovocitaria llamada zona pelúcida, se inicia un proceso de degradación que le va a permitir atravesarla por completo y contactar con la membrana propia del ovocito.
En ese preciso instante se desarrolla todo un mecanismo de protección que va a evitar que otros espermatozoides puedan penetrar al ovocito.
Múltiples gránulos situados debajo de la membrana plasmática del ovocito van a liberar su contenido al espacio que queda entre la zona pelúcida y la membrana plasmática del ovocito, modificándose de esta forma las características estructurales de dicha membrana pelúcida.
La penetración del espermatozoide va a permitir que el ovocito complete su proceso madurativo y, de esta forma, ambas células darán origen a una nueva con dos núcleos iguales denominado zigoto. La unión de estos dos núcleos permitirá reunir un total de 46 cromosomas (propio de la especie humana) y dar origen a un individuo único e irrepetible.
Se inicia entonces una lenta progresión a través de la trompa de Falopio, favorecido por pequeñas vellosidades que la recubren por dentro, en busca del lugar de implantación, que es el útero.
Durante este trayecto, el zigoto comienza una actividad celular intensísima que le va a permitir dividirse sucesivamente y duplicar el número de células en cada división. Se transformará en un embrión de dos células, de cuatro, de ocho y alcanzará el estadio de mórula, que es la forma en que el embrión llega a la cavidad uterina.
Cada una de las células que se origina en cada división es exactamente igual al resto y contiene la misma información genética que la célula de la que proceden.
La mórula (llamada así por su aspecto, semejante a la mora), evoluciona a blastocisto. Se forma una cavidad llena de líquido y empiezan a diferenciarse dos tipos celulares, la masa celular interna y una capa anular externa o trofoectodermo. Estas dos estructuras son las que darán origen, respectivamente, al feto y a la placenta.
Estamos, aproximadamente, en un quinto día postfecundación y es ahora cuando se inicia el proceso de fijación al endometrio materno (epitelio que recubre la cavidad uterina) para continuar su desarrollo.
En la especie humana, la implantación suele ocurrir en el tercio medio y superior de la pared posterior del útero y ocurre en un momento específico del ciclo menstrual, momento en que el endometrio se ha hecho receptivo gracias a los efectos que sobre él han ejercido las hormonas del ovario.
A partir de la implantación, las células del trofoectodermo empezarán a secretar una hormona conocida como gonadotropina coriónica humana, que pasará a sangre y será la responsable de todos los cambios que se relacionan con el embarazo en la mujer.
La gonadotropina coriónica humana (HCG) es la que, una vez depurada por el riñón, puede detectarse en orina cuando se practica un test de embarazo.
La capacidad de una especie para sobrevivir a lo largo del tiempo está determinada por la capacidad de sus individuos de transmitir el material genético que los define como miembros de dicha especie.
En el reino animal y, por tanto, en la especie humana, las células responsables de tan importante labor se denominan ovocitos (oocitos u óvulos) en la mujer, y espermatozoides en el hombre.
Estas células, llamadas de manera genérica gametos (del griego Gameto, cónyuge) se originan, en el embrión, de una estirpe celular específica, la línea germinal, que se diferencia en estadios muy iniciales del desarrollo embrionario hasta originar células germinales primordiales e iniciar un rápido y progresivo incremento de su número a expensas de divisiones celulares sucesivas en las que se mantiene el número de cromosomas característico de nuestra especie: 46 cromosomas.
Las células germinales primordiales (convertidas en espermatogonias u oogonias) son las únicas que van a sufrir un proceso de división celular específico que va a originar células con la mitad de la dotación cromosómica (23 cromosomas) de forma que, al producirse la fecundación o unión de dos gametos provenientes de dos individuos de diferente sexo, se mantenga constante el número de cromosomas de la especie humana.
Además, en esta división celular compleja y específica llamada meiosis, se va a producir una recombinación del material genético contenido en los cromosomas, de forma que cada nueva célula va a contener una información genética nueva y única, contribuyendo así al incremento de la diversidad genética en la descendencia.
Se calcula que puede haber más de ocho millones de combinaciones genéticas posibles en el ser humano durante la división meiótica, sin contabilizar otras múltiples combinaciones que pueden darse en las fases previas.
Hay notables diferencias en la transformación de estas células germinales primordiales (gametogénesis) dependiendo del sexo genético del embrión.
En el sexo femenino la meiosis se inicia durante el periodo fetal pero queda detenida hasta la pubertad, cuando se inician los ciclos menstruales. Estas células se activarán de forma cíclica pero sólo completarán la división meiótica si reciben el estímulo del pico hormonal ovulatorio y se produce la fecundación.
En el sexo masculino, la meiosis se inicia y se completa a partir de la pubertad en un proceso que dura 64 a 75 días en la especie humana y que concluye con la formación de los espermatozoides maduros.
Los órganos que contienen ambas células son estructuras que van a permitir la maduración de dichas células y esto lo consiguen, entre otras, a expensas de la secreción de diversas hormonas.
En la mujer el ovario va a contener los ovocitos, que estarán rodeados de una serie de capas celulares que van a intervenir no sólo en su maduración sino en su nutrición y protección. En conjunto, esas células y el propio ovocito constituirán los llamados folículos, cuyo crecimiento se puede controlar mediante ecografía, y es la base del seguimiento que se realiza durante los tratamientos de reproducción asistida.
En el varón, los espermatozoides maduran en el testículo, concretamente en los túbulos seminíferos y se almacenan en un reservorio llamado epidídimo, donde, además adquieren las últimas características que le dotarán de la capacidad de fecundación de un ovocito.
Hay que destacar un detalle en el proceso de gametogénesis del varón, y es que, para que este proceso tenga lugar en óptimas condiciones, la temperatura del testículo tiene que ser ligeramente inferior a la corporal y ésta es la razón de por qué estos órganos se encuentran fuera del abdomen.
La unión de ambos gametos se va a producir en la trompa de Falopio del aparato genital femenino y es a partir de este momento cuando se reestablece el número cromosómico característico del ser humano y se determina el sexo del embrión dependiendo de si el espermatozoide porta un cromosoma X o un cromosoma Y.